08 marzo 2012

¡Habla! ¡Es cine!


“Sigue siendo maravillosa, ¿verdad? ¡Y sin diálogos!”, Norma Desmond en Sunset Boulevard



A muchos nos sucedió cuando la vimos, que la película El artista (2011) nos recordó por qué nos gusta el cine: es como un amor de toda la vida (no porque la haya vivido, sino porque lo he visto en las películas). Me gusta la idea porque me recuerda que no es sólo ver una película como una forma de entretenimiento sino como una alianza vital, un pacto de sangre que nos marca para siempre.

El director de El artista, Michel Hazanavicius, es un francés que tuvo mucho tiempo una idea en su cabeza: hacer una película muda que le hiciera homenaje a ese cine que admiraba. Así nació El artista, una película sencilla, clara, que emana un mundo pasado que nos gusta o que admiramos. Tan sencilla que no se necesita de palabras para saber lo que nos dice, donde hasta los perros hablan. Incluso se diría que es una película predecible, cliché; pero es preciso eso lo que la hace bella.

Es un homenaje al cine mismo, con bastantes referencias cinematográficas; todo un universo para cazadores de datos. Especialmente hay dos películas que no se pueden dejar a un lado: Sunset Boulevard (1950) y Cantando bajo la lluvia (1952). Es inevitable recordar estos dos clásicos: Cantando…,  porque el tema central es la transición del cine mudo al sonoro. Y Sunset Boulevard, del genial Billy Wilder, porque es la apología a una forma de hacer cine, donde los actores no hablaban, donde no había palabras sino expresión. Especialmente Sunset Boulevard  y El artista les hacen homenajes a esos actores que murieron por no adaptarse a los tiempos, por empecinarse en no hablar.


Negarse a hablar, que es como morir

El cine mudo marcó una época que ennobleció la realización de películas como una de las más altas expresiones del arte. Slapstick, musicales, westerns, bailes de tap, Chaplin, Keaton, Mae West, y toda la mitología que encierra la palabra Hollywood, producto de esos tiempos.

¿Pero fue este cine mejor que el cine sonoro? Sabemos de algunos como Chaplin, Keaton o el mismo René Clair que siempre miraron con escepticismo el nuevo formato que se les imponía. También divas de la época como Gloria Swanson no se adaptaron al sonoro (no hablar fue igual a la muerte). En Sunset Boulevard  la Swanson interpreta el papel real de su vida: una estrella del cine mudo (Norma Desmond) confinada en su mansión; sola, olvidada, sin papeles estelares, sin grandes producciones, sin director, sin un guionista. No se adaptó al sonoro. Fue en esa misma película donde dijo: “No necesitábamos diálogos. Teníamos expresión”. Un papel que refleja un esplendor pasado, el más triste de todos. En esta misma película está un director que admiro mucho, también de la época muda: Erich von Stroheim. Como haciéndole un guiño a ese cine mudo, el personaje que hace Stroheim, apenas habla.

Muchas de las relaciones o referencias que se hacen del cine mudo caen en lo absurdo. Desconfíe de quien juzga una película porque es muda y a blanco y negro. A veces pienso que el cine sonoro volvió, en general, más perezosos a los directores. Un ejemplo de esto lo encontramos cuando una película comienza ubicando el lugar donde sucede la historia con el título: “París”, “San Francisco”, pudiendo mostrarnos la Torre Eiffel o el Golden Gate. Casi similar a encuadrar la luna y luego decir: “la luna”. A la transformación narrativa del cine con el advenimiento del sonoro le llamó Hitchcock “fotografías de gente que habla”: cine postizo, desmenuzado, sin esfuerzo. El cine mudo se valía, principalmente, de la imagen como recurso narrativo, haciendo que un plano tuviera significado por sí solo. Es en este sentido que entiendo a Hitchcock cuando habla del cine mudo como la forma más exacta del cine puro, que sólo se vale de la imagen.

El artista, que acaba de ganar el Óscar a mejor película, nos confirma algo que a veces parece obvio: que el cine mudo también es cine y que, ¡imagínense!, también emociona. Pero no por ganar un Óscar vamos a decir que el cine mudo tiene vigencia. Sigue siendo un cine dejado atrás, con todo y su Óscar. La razón esencial, creo, está en que logra el efecto narrativo, no importa la forma en que lo haga. Caso similar ocurre con Tuvalú (1999) de Veit Helmer, sin más palabras que las imágenes. Más reciente y arriesgado, por ser un producto comercial, es la animación Wall-E (2008), donde es Disney quien usa este tipo de narrativas “caducas”. Hacer cine mudo, en esencia, importa desde que tenga algo que decir.

De alguna forma, los clásicos del cine son clásicos porque son únicos. Tanto un filme mudo como uno hablado (también conocidos como talkies). Lo dice, incluso, George Valentin, el divo de El artista, a Peppy Miller: “Si quieres ser actriz debes distinguirte de las demás”. Luego, como en cualquier película que narra con imágenes, le pinta en su rostro un lunar.


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